Ese día se despertó
porque el sol ya se había levantado y le daba en la cara latigazos de luz que
hacían imposible que mantuviera los ojos cerrados y siguiera soñando realidades
que no eran la sombra de lo que su subconciente esperaba.
Se levantó, y como
estaba de vacaciones en Italia, decidió tomar un café (la moka ya estaba
resoplando desde la hornilla) vestirse con su camiseta favorita (una camiseta
negra roída) y salir a la calle a pasear.
Italia tiene un
encanto especial durante el verano.La luz es muy intensa, el cielo muy azul y
parece más infinito que en otros lugares, más alto, más real. El mármol blanco
hacía que los reflejos se esparcieran entorno a él, que le envolvieran en un
abrazo cálido que recordaba mucho el abrazo de una madre.
Se dio cuenta al
pasear por las calles todavía vacías que tan solo con mirar hacia arriba era
posible descubrir desde el aire las raíces, la historia, el paso del tiempo,
traumas de un pueblo ahora moderno y tradicional, moderno y pintado de caras
que provenían de muchos lugares diferentes y que poco a poco se mezclaban a las
caras de los habitantes del lugar, tradicional, de gente en una lucha diaria para llegar a
conseguir una convivencia equilibrada. Entendió que mirar hacia arriba desde abajo le
hacía sentir mucho mejor que mirar desde arriba hacia abajo (se había
acostumbrado al ritmo de los cabizbajos y le costaba levantar cabeza), de
pronto descubrió (epifanía Joyciana) que esos lugares de Italia le estaban
ofreciendo algo que otros lugares le negaban a diario, simples vistas de
exteriores, calles, edificios, sonrisas, que se reflejaban gracias a la luz en los
frágiles cristales de su mundo interior, tendiéndole la mano para acompañarle,
encaminarle por una ruta que nunca debía haber abandonado.
Un paseo y la mañana,
le devolvieron las ganas de mirar las cosas con perspectiva.
Se sentó en una
terraza, tomó otro café, miró arriba, miró las paredes de un edificio, se le
apareció un recuerdo de su infancia, la belleza abrumadora de la simpleza le
llenó de alegría.
Pasó el camarero le
sonrió y le preguntó ¿tomas algo más?
A su vez sonrió, y
contestó: no, con esto tengo lo suficiente para seguir viviendo, gracias.